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MEMORIAS DEL VIENTO FRÍO
I-Poesía de la guerra y la posguerra
Pedro Conde

INTRODUCCIÓN

 

La poesía dominicana de la segunda mitad del siglo XX empezó a gestarse a partir de la muerte de Trujillo, o por lo menos en el período inmediatamente posterior, pero debe su impulso vital a la revolución de l965. De muchas maneras, la emergente cosecha de autores fue un  producto directo, potencial y anímicamente resultante  de la conflagración de abril. En la práctica, la actividad literaria estuvo durante mucho tiempo influenciada, y casi determinada, por el magno acontecimiento bélico, aun cuando su temática no fuera necesariamente belicista. El fenómeno está enmarcado y circunstanciado, en efecto, por el modelo de dominación imperial, oligárquico y balaguerista impuesto a partir de la muerte de Trujillo. Es decir, desde la época de la gran ilusión de cambios y transformaciones revolucionarias al epicentro de terror neotrujillista encabezado por Balaguer. Desde la afirmación del balaguerismo en el momento de auge del desarrollismo hasta la crisis del desarrollismo, el auge del monetarismo y el reflujo de masas provocado por los desgobiernos del PRD. Desde la crisis del monetarismo  y el retorno de Balaguer en olor de santidad, hasta la perspectiva de la abolición de la patria por vía de la penetración, el abandono, la transculturación, la enajenación del patrimonio material y moral del pueblo dominicano. En fin, desde la segunda intervención armada norteamericana hasta el proceso de recolonización auspiciado, paradójicamente -¡a fin de siglo¡- por el flamante Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

Dentro de ese marco se han registrado hasta la década del 90 varias tendencias literarias, cuando  no pretendidas escuelas o movimientos, en algunos casos con aspiraciones de vanguardia. Hay por lo menos tres corrientes poéticas cuyos respectivos cursos pueden ser deducidos en su relativa especificidad. En primer lugar, el nuevo realismo de los pioneros del 65 y su vertiente degradada: la poesía sobre la pólvora (a lo que se suman epígonos y medalaganarios). En segundo lugar, la oleada experimentalista de los 70, en la que se inscribe el pluralismo como catalizador, y finalmente la poesía de los 80, poesía de la crisis, erótica y nihilista a veces, la poesía de la hora veinticinco, la llamada poesía posmoderna, con tendencia al abstraccionismo y al misticismo en algunos casos recientes. 

Desde luego, ninguna de estas poéticas existe en estado químicamente puro y tampoco representan toda la diversidad de la época. Además, debe tenerse en cuenta el aporte de los miembros de las viejas generaciones. La gente del 48, por ejemplo, da lo mejor de sí en esta etapa, junto a varios independientes y sorprendidos. De ellos se alimenta el río que no cesa, conjunto de poéticas misceláneas que atraviesa las fronteras del tiempo, desde la noche larga del trujillato hasta el posible finis patria.

El estudio de estas poéticas o ideologías estéticas y su presentación en un cuadro unitario, que permita seguir y observar nítidamente las líneas de desarrollo, facilitará la entera reconstrucción de lo que Walter Binni llama “experiencia poética total”: La experiencia poética de autores “grandes”, “medianos” y “pequeños” en su auténtica relación con la historia, “relaciones y nexos entre la subjetividad creadora y el entorno social”. No una simple historia de contenidos y formas estilísticas, ni simple serie de personalidades y de obras brillantes, “sino historia de relaciones y de nexos dentro de la cual se desenvuelven personalidades y obras en las que la varia tensión de una época se transforma, ­­­­cuando se transforma, en valor artístico” [1] [1]. La poesía -dice Binni- “no es una flor que adorna y conforta la prosaica casa de los hombres, sino una voz profunda de sus problemas totales”. 2  

Para decirlo de otra manera, el destino de la literatura corre parejo con el sentido de la historia. Y así, durante las últimas cuatro décadas de esta etapa entrañable y sombría, hemos asistido a un proceso de apropiación literaria de la realidad. En la poesía de este período quedó el registro de una época. Viva quedó la memoria de un breve renacimiento espiritual, el boom de la esperanza. Viva quedó la memoria de un viento frío que es expresión de derrota y de una victoria secreta. Viva quedó la memoria de la incertidumbre, del ocaso de la rebeldía, del advenimiento de la crisis que acompañó a la caída del socialismo y el supuesto fin de la historia. El vasto proyecto de apropiación se manifiesta desde luego en diversas formas de percepción e intuición poéticas, y se extiende, específicamente, desde ese viento frío de René del Risco y Bermúdez –poeta, narrador y paradigma- hasta “este tiempo ‘cool’ de incertidumbres y pérdidas de las utopías colectivas.” [2] [2]

 



[1] [1] Binni, Walter, Poética, critica e storia letteraria, Editori  Laterza, Bari, 1954, p. 44.

2 Op. Cit., p. 65.

[2] [2] Soledad Álvarez, “El viento frío treinta años después”, Listín Diario, 1988.


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