2. “La ciudad, como cosa humana por excelencia, está constituida por su arquitectura y por todas aquellas obras que constituyen el modo real de transformaciones de la naturaleza.”
La cita de Rossi coincide con la máxima de Mumford de que la ciudad y el lenguaje son las mayores obras de arte de la humanidad.
Santo Domingo aloja una serie histórica e histérica de arquitecturas diversas cuyo devenir a través de la historia ha coincidido con la forma urbi; es decir se desdibuja y se desmorona al compás de los nuevos y globalizantes tiempos, parafraseando a Lezama Lima, nuestra ciudad ha ido pediendo su cantidad hechizada, esa magia barroco – tropical que una vez nos ha entroncado con la universalidad antillana, para irnos incorporando en ingurgitación lezamiana, al modelo importado con sabor al borbotón de sangre que Pedro Mir utilizara como referencia al dólar todopoderoso.
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