A menudo les hablo a mis estudiantes de las diferentes escalas de la ciudad, una es la ciudad cotidiana que poseemos a partir del cocimiento proporcionado por la ruta diaria, en ella reconocemos algunos elementos referenciales importantes para cada uno de nosotros, partiendo por la casa, el colmado o supermercado, la escuela, el trabajo; son “nuestros” elementos primarios. La otra escala es la escala de la ciudad que la reconocemos por las referencias que definen la ciudad en general: la zona colonial, el parque Independencia, el Malecón, los obeliscos, Gazcue, San Carlos, la Plaza de la Independencia, el Puente o los puentes, etc. Estos elementos definen una malla espacial tridimensional que nos da una idea de la ciudad y que al mismo tiempo la representa.
Ahora bien, si analizamos la ciudad actual nos encontramos con que a partir de la caída de la tiranía trujillista, solamente la megalomanía de Balaguer dota la ciudad moderna de algunos elementos estructurantes que pudiéramos considerar como primarios, muchos descontextualizados, pero con la suficiente fuerza de incorporarse a la red de referencias que define Santo Domingo.
Actualmente se ha perdido esa visión de ciudad entre las frases y slogan que hablan de una ciudad posible que se pierde en las discrecionalidades obtusas y en la creación de espacios públicos virtuales.
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